sábado, 27 de febrero de 2010

Museo de la Casa Azul en Coyoacán!

Quien piense que la fridomanía ha pasado de moda debe acudir a visitar la Casa Azul de Coyoacán, el lugar donde nació, vivió y murió la pintora Frida Kahlo (1907-1954), ahora convertido en uno de los museos más concurridos de la zona.

El recinto es una especie de templo al que acuden legiones de admiradores de la artista mexicana, provenientes de todo el mundo. Para algunos, ingresar a la recámara donde Frida pasó sus últimos minutos, conocer su cama y mirar la urna de barro donde reposan sus cenizas es la culminación de un largo peregrinaje: un acto casi religioso

Es en Coyoacán donde Frida revive en el fervor de sus admiradores. La Casa Azul recibe a sus visitantes con dos gigantescos judas hechos por Diego Rivera que flanquean la puerta de entrada. La primera sala exhibe algunas pinturas de formato mediano realizadas por Kahlo.

En el siguiente cuarto están tres trajes de tehuana que pertenecieron a la artista, así como su diario, en el que se aprecian pinturas de acuarela; luego, algunos corsés decorados por su dueña, así como una vitrina repleta con las cajas y frascos de medicina que Frida consumía. A un lado de la cocina, decorada con jarritos de barro, está el cuarto que ocupó Diego.

Los corazones laten aprisa en la parte alta de la casa, frente al caballete de la artista, ante su silla de ruedas. En total silencio (algunos con veneración, otros con asombro) el público observa las pertenencias más íntimas y valiosas de Frida: sus pinceles, los frascos de barniz donde combinaba pigmentos y óleos, un retrato de Stalin a medio terminar, libros "comunistas", periódicos envejecidos, su acta de defunción.

En un reducido cuarto, cuyo ventanal da al jardín, se aprecia la cama donde murió Kahlo. Una turista argentina murmura: "qué sencillez, para el monstruo de artista que fue". Sobre el lecho reposa la máscara mortuoria de Frida, realizada en bronce, cubierta por un rebozo, junto a la almohada que cobijó sus sueños y pesadillas, donde se lee la frase bordada: "no me olvides amor mío". La cama tiene un dintel con un espejo.

En la última habitación esta el jarrón con sus cenizas. Según los guías, Diego dispuso que fueran envueltas en un rebozo. También hay otra cama con lintel donde se observa una colección de mariposas disecadas, y en la pared una inscripción realizada por la propia pintora que dice: "cuarto de María Félix, Frida Kahlo, Diego Rivera, Elena y Teresita, Coyoacán, 1953", en alusión a las personas que la acompañaban siempre en ese espacio.


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